sábado, 9 de marzo de 2013

Nogoyá y la incertidumbre locacional.

Todavía no comprendo porqué tanta gente me preguntó si Nogoyá no quedaba en Corrientes. No, es en Entre Ríos, y todos sus habitantes están geográficamente capacitados para el carnaval; se lo puede observar en sus andares voluptuosos y en la humedad del clima que los acompraña a lo largo del año. 
Antes de llegar a destino, además de entrar a una veitena de pueblos, pasamos por uno que se llamaba Lucas González (ex novio de los 17 años), donde se curtía mucho la onda de sacar la reposera a la vereda alrededor de las 6 de la tarde.
No voy a preguntar, porque ya cansa esto, si es mucho pedir un lugar lindo en Nogoyá para ir a tomar algo. No digo una palacio, pero un lugar lindo, con sillas afueram con música acorde, y no esos compilados ready made de música de películas que vengo escuchando en este bar que confundí con restaurante. Como es mucho pedir  la armonía edilicia o el buen gusto en la decoración, me tuve que conformar. Pero al menos, ¿es mucho pedir un lugar que desde afuera se entienda qué es?
Me cansé de entrar a diversis establecimientos y preguntar ¿Esto es un restaurant? ¿Esto es un cyber? Y me decepcionan respuestas como: "No, no servimos papas fritas" o "No, esto es una iglesia evangélica."
Decidida ya a no querer preguntar, terminé tomando una cerveza (de segundísima marca) en un bar que parecía restaurante, y espantada por el mal juicio de quien musicalizaba , me fui a cenar a un restaurante que parecía una oficina, caminando por las calles oscuras de este pueblo del litoral, donde los bichos cascarudos acechan, y deben tener sindicato y pagar impuestos. 
En Nogoyá hay plata, evidentemente, pero está toda usada para el mal (gusto). Una pena porque la gente no podría ser más amable, el clima acompaña, y en la plaza se pueden pasar unas cuantas horas amenas leyendo.