jueves, 12 de diciembre de 2013

¡Exclusivo! Entrevista

"El Viajar..." entrevista en exclusiva a K C, viajante y turista, que ocasionalmente, mientras que no interfiera con sus itinerarios, trabaja con el idioma extranjero y la literatura.

El Viajar: ¿Cómo encontró el trayecto a su último destino?

KC: Ventoso, demorado. Especialmente demorado, porque – amen de que el avión salió tarde-, yo tenía este viaje a Esquel asignado hace años  , pero tuve que declinarlo.

El Viajar: ¿Qué le pareció la identidad de los Esquelenses?

KC: Altamente contradictoria. Existe una distorsión del yo dentro de ese poblado que los hace decir que son cerrados y distantes mientras te sirven un asado en sus casas. Debe ser la intermitencia de la señal de celulares.

El Viajar: ¿Qué tal el clima?

KC: Tengo la - ¿maldita?- suerte de que a donde sea que llegue, los lugareños me juren con los ojos desorbitados que el clima que sea que se esté viviendo en ese momento es completamente atípico. No puedo generalizar, pero tuve muy buen tiempo en Esquel, con altas temperaturas pero noches muy frías.

El Viajar: Ya estamos todos enterados de sus deseos de volver a Esquel. Pero ¿en qué contexto consideraría volver a El Bolsón?

KC: ¿Y a usted quién le dijo que yo consideraría semejante cosa?

El Viajar: Bueno, tal vez esté mal formulada la pregunta, pero, no sé, nos pareció.

KC: El problema que tiene El Bolsón es que se llena de mochileros. El problema que tengo yo es que me gusta quedarme en hostels. Aborrecería con suma desesperación tener que compartir un lugar de descanso con grupos de mochileros poco adeptos a la higiene y camalando sus guitarras, entonando sones y serenatas, desparramando su buena energía, llena de onda positiva donde quiera que vayan. Por otro lado, veo que hay un centenar de destinos idílicos en cada centímetro del mapa de esa zona, y sería una estupidez no volver. Habría que encontrar una alternativa de hospedaje informal. Y evitar enero.

El Viajar: ¿Qué le recomendaría a alguien que está por irse a Esquel o a El Bolsón?


KC: Que vaya en auto, que lleve menos cosas que yo y que no confíe en el pronóstico del tiempo. 

domingo, 8 de diciembre de 2013

Qué buscar- El Bolsón y Lago Puelo

Esquel es místico. ¿Es místico? ¿O es que justamente yo me topé con gente ansiosa de encontrar conexiones donde no existen? Si seguí en una postura escéptica, lo mejor que pude hacer fue irme al Bolsón. Clara y su marido me llevaron en una travesía donde se compactó lo mejor de El Bolsón y Lago Puelo. Antes de eso, a la mañana, vagué por Esquel hasta llegar a la estación de la Trochita, que ya había salía y donde no quedaba ni el museo abierto. Igualmente, la caminata me hizo bien, el paisaje me humilló un poco, y la cuesta arriba me ayudó a ejercitar.
La ruta a El Bolsón es de estepa, que está siendo forestada por Benetton en su millón de hectáreas, que comprenden ríos, montañas y quién sabe cuántas otras cosas. Me aseguraron, en ese tono misterioso que adoptan los lugareños cuando el momento de la revelación se acerca y creen que el turista no está ni física ni mentalmente preparado para tolerarlo, que la energía en El Bolsón es completamente diferente. Que la atmósfera está menos densa, y que Esquel es frío, arisco y encerrado.  Estacionamos en la feria. Un sábado de feria en la capital nacional del hippiesmo.  Es un lugar ideal para ver a los hippies en su hábitat natural, pululando libremente, haciendo sus artesanías mientras sus pies presentan una acumulación de roña milenaria; tan milenaria como las leyendas que surgen de sus costumbres y alergia al trabajo rentable. Diversas leyendas rodean la mística de El Bolsón, pero la verdad es que son gente con plata y con pocas ganas de dejar que el sistema les gane. Muchas contradictorias explicaciones sobre el origen del nombre me fueron brindadas, y la que más me cerró fue la de clara. Los Bolsonenses, o como sea que fuera el gentilicio, son hobbits. Si no, piénselo: Baggins + pies sucios = El Bolsón.
 Los elementos que abundan son los sahumerios, las semillas empleadas de manera ornamental, las esencias, las buenas energías y el repugnante fieltro. Gastronómicamente, El Bolsón ofrece grandes manjares, como el helado de Jauja, con gustos intrépidos e intrigantes (Profundo y Contradictorio, Crema Desoriente) y la cerveza artesanal ahumada, con miel, con frutos rojos y ají. Así que hambre no pasé. Pero otras necesidades de búsqueda- estas montañas, esta naturaleza tan imponente y envigorizante me lo demanda- se me entrometieron al paso y visité a una vidente. No voy a contar de qué hablé o si le creí alguna de todas las cosas que me dijo. De lo único que estoy segura es que al menos el lugar me cambió- minúsculamente- porque yo me resisto a creer en esas cosas, y la energía me es indiferente. Ya no creo en las casualidades ni en los signos que deja la vida por ahí para que uno ande decodificando. Me parece un trabajo inútil. Pero esta mujer quiso destrabar algo en mí. Le deseo muy buena suerte.
Paisajes imponentes con una atmósfera libre de pesadez, sí, vi mucho de eso en El Bolsón, y pensaba que era lo más hermoso y revitalizante que había sentido en un largo tiempo- hasta que llegamos a Lago Puelo.  Es un pueblo en Río Negro – en la famosa comarca [The Shire!] (yo no la conocía pero parece que es célebre) del Paralelo 42 (que podría ser el nombre de un boliche tranquilamente)- que consta de chacras, un lago, varios ríos, unas altas cumbres para trepar y muchos locales de bombones, artesanías y sahumerios. Me llevaron a una playita en el Lago Puelo, pero Omar – el esposo de Clara- me presentó un reto mayor. “¿Querés hacer una caminata? Empinada hasta aquella roca”. Miré hasta donde se erguía dicha roca y dije que sí. Arriba. Después de 45 minutos de respiración agitada, polvo hasta las rodillas, bichos, ramas, arrayanes, pedregullos, respiración cada vez más irregular, palabras fragmentadas, resbalones, sol en poniente, calor, maldecir mi sí fácil, respiración casi imposible, agitación, latidos por todo el cuerpo… la vista!
Pinos, cipreses, pehuenes, bah, un sinfín de rejunte forestal, montañas como jorobas en la columna vertebral de un país que se las ve negras con la espalda del vecino, cumbres con nieve, el lago como un espejo, el sol alargado sobre el agua y la inmensidad inefable de los dobleces de la tierra. Valió la pena el esfuerzo.

La bajada fue considerablemente más simple que la subida, principalmente gracias a la fuerza de gravedad, que tanto bien hace por nosotros. La jornada terminó en la pizzería- camping de la cervecería artesanal, donde la pizza nos dio la mejor recompensa a nuestros esfuerzos. Faltan miles de momentos que no narro por miedo a aburrir, pero hizo ignición este paisaje en mí y sé que voy a volver- tantas veces juré volver a lugar más que improbables y lo logré. Algo se destrabó; que sea el inicio a grandes amistades, travesías y revelaciones. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Resistirse a Esquel


El reto más grande de venir al sur son sus lugareños y su afán de demostrar en cada curva, en cada paisaje, en cada muestra de lo ordinario que es vivir en la pampa,-  donde no hay montañas, ni lagos de deshielo, ni alerces, ni aldeas copiadas de Europa- que este es el lugar indicado para venirse a vivir, y "vivir mejor". ¡Justo a mí! Que me mencionan la palabra viaje y ya estoy renovando el pasaporte. Uno puede, en su prepotencia porteña , desdeñarlos de un manotazo: "¡Por favor! PFFFF, ¿A mí me hablan? ¿Yo? ¿El interior?" Pero Esquel es un reto para el que no estaba preparada. 
Ante todo, aunque conservan nombres mapuches y demás excentricidades, esto fue fundado por Galeses, Vascos Franceses, y demás etnias separatistas que se creen muy unique para ser metidos en la misma bolsa que el resto de Europa. Por eso acá hay prosperidad, prolijidad, madera bien lustrada y té más que decente. Demasiado decente para mí gusto. 
La gente es distante, y no desborda alegría. Eso me gusta. El clima es frío hasta en verano, pero nunca apagan la calefacción- de hecho este radiador que tengo al lado está prendido. Miro el calendario: es diciembre. Eso me gusta. 
Otra cosa que me cautivó de Esquel es que la profesora que me recibió- a quien llamaremos Clara, porque justamente ese es su nombre- me aseguró, fervientemente pero sin tanto entusiasmo, que soy la respuesta a todos sus ruegos. Me intriga saber a quién le ruega. En seguida hablamos de Londres, de viajes, de puntos geográficos a alcanzar, de maneras de recaudar fondos para que sus alumnos viajen, de gente del exterior que uno conoce por casualidad y terminan en la casa de uno, y de la vida entera. La vida entera en su plano astral, espiritual, etc. 
Uno cree que jamás va a poder negociar las altas cumbres y salirse de este campo magnético de naturaleza imponente. Es atrapante y atemorizante. A veces, da miedo mirar las montañas de frente, a ver si las gasto. No puedo incorporar tanto doblez de placas milenario, con sus cicatrices de arrebato y sus dioses totémicos durmientes. A esto hay que tenerle más respeto: voy a cerrar las cortinas. 
Y como si eso fuera poco, me invitan a tomar el té a una casa de té Galesa, en Trevelin, a unos km de Esquel. Los Galeses son como los uruguayos de los Ingleses, así que hacen todo parecido pero con pequeñas diferencias. Los scones son más parecidos al pan, no usan clotted cream, las tortas son compactas y oscuras,  y el pan con manteca ya viene hecho, lo cual ahorra una cantidad incalculable de tiempo. Entonces, tomé un auténtico té galés, de la manera que jamás se tomaría hoy en Wales porque allá probablemente ya no se acuerdan de cómo se hace. Pero acá las tradiciones perduran. 
Mañana vamos a ir al Bolsón, capital mundial de la artesanía hippie y de la falta de higiene personal. No sé si dejar de bañarme e ir sucia, para no desentonar, o vacunarme contra el hippiesmo, que me preocupa bastante. El Bosque de los Alerces está cerrado por culpa de los colilargos del hanta. Sólo llegué hasta el lago. Quise reservar para viajar en la Trochita, pero ya estaba todo tomado. Clara me dice que es para que vuelva. Que nunca voy a dejar de volver. ¿Tendrá razón?