viernes, 10 de abril de 2015

Chinos!

Nunca, nadie, jamás iba a imaginarse que los chinos se podían inmiscuir tan entrometidamente en mi vida. Desde que trabajo en Twin, me sentí muy invadida por los italianos y los austriacos. Pero los chinos nunca me habían preocupado tanto hasta el pasado febrero. Con la llegada de SU año nuevo, los chinos, llenos de júbilo y de comida chatarra, ocuparon todos nuestros pasillos y aulas, a todas horas, abriendo paquetes pestilentes, jugando a juegos incomprensibles y durmiendo a horas inconexas. 
Para comenzar, todos los días cambiaban los horarios de las clases. Un día directamente, se fueron. No querían volver. Tenían curso hasta el viernes y se fueron un martes. Seguramente, a comprar ropa barata a Primark, tomar café en Starbucks y comprarse cualquier item de mercadería con la bandera británica. Bueno, adiós. 
El viernes de esa semana, mientras nos acomodábamos en nuestros escritorios con el primer café del día, vemos a una china, con cara de group leader acercarse por el pasillo, con un fascinator- esos sombreritos que se usan en las bodas o para ir a ver los caballos a Ascott. 
Volvieron! Con ganas de tener clases! 
Tuvimos que improvisarles todo, porque volvieron cuando se les cantó, y casi nos dan un ataque cardíaco!
Cuando terminaron las clases, se sacaron fotos con todos los miembros del personal. Con todos. 
Y nos desearon un muy feliz año nuevo. En Febrero.  

¿Nieve?

Contrario a lo que todo el mundo imagina, la nieve en Londres es una vil mentira. el aire se torna gélido de un instante al otro, el cielo es gris y de repente uno siente que alguien le está sacudiendo una Heladora Antártida sobre la cabeza. Pedazos de escarcha, como la que se usan para hacer Margaritas, caen y rebotan. ¡Rebotan! Entonces uno va caminando y siente que algo le cae en la cabeza. La primera vez pensé que era telgopor. No, nieve. ¡Qué desencanto!
No hay grandes copos cayendo en silencio sobre un colchón en prístina calma. esta escarcha se acumula en grises montículos y se derrite muy rápido. 
Al menos, por unas semanas, me desperté con techos nevados. Un cambio en el paisaje desde el DLR cada día.