martes, 26 de febrero de 2013

Río Gallegos y el Divagar

 Una vez más me subo a un avión, una vez más me pongo a tocar botones que no responden, y una vez más me doy cuenta de que me tienen que recitar el decálogo de la seguridad del volador antes de que cualquiera de los comandos de la pantallita de tele haga contacto y yo pueda abstraerme en paz. Entonces, otra vez vuelvo a divagar sobre lo mismo: cuán erradas están las advertencias y medidas de seguridad en los aviones. Esto no quiere decir que no crea que son necesarias, sino que están mal formuladas.
Muchas veces me pregunté por qué las aerolíneas no hacen un psicodrama o dramatización (como la de los noticieros) para que uno sepa EXACTAMENTE qué hacer. En vez de mostrar gente entrando en pánico y atropellándose para llegar antes a la puerta de emergencia (que nadie recuerda dónde estaba porque estaba distraído mirando la pantallita o la revista en vez de mirar a la aeromoza) con el chaleco salvavidas ya inflado (que no debe hacerse sino hasta que uno esté fuera de la nave), muestran a monigotes o aeromozos aburridos demostrando con parsimonia fría y calculada como respirar normalmente dentro de una máscara de oxígeno. ¿Cómo esperan que uno respire normalmente con una máscara de oxígeno de plástico?
Obviamente, divagando de esta manera, me olvidé de prestarle atención a las medidas de seguridad. Y comprobé una vez más que la pantallita no funcionaba. 
Río Gallegos ofrece, como toda capital provincial, un casino, un shopping triste, una avenida principal con muchos establecimientos sospechosos para jugar al pool, dos restaurantes decentes, 4 que no lo son, y muchas heladerías, donde la gente toma helado a pesar del frío polar que se respira y entra a los huesos en pleno verano. Tras la bruma polar quedaron mis ganas de llegar caminando a la costa (pantanosa) a ver si se vislumbraban las Malvinas, que teóricamente están en frente. Lo único que hice fue caminar up and down la avenida principal, porque no me animaba a abandonarla de noche, y de día tuve que corregir en un bar (que también era heladería). 
¡Lo que debe sufrir esta gente en invierno, si tienen que usar campera en Febrero!, pensaba continuamente, alegrándome de mi ciudad natal. Y me alegré mucho más cuando volví de noche, y llegando a Aeroparque vi toda Buenos Aires (la única Reina del Plata) iluminada y majestuosa. Es una pena que, en vez de avisar cuántos grados hay, los miembros de la tripulación no expliquen qué avenidas son las que se ven y esas cosas más interesantes, porque de noche se pierden. En fin: Visite Río Gallegos: la no capital que queda cerca del Calafate.


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