viernes, 24 de octubre de 2014

Un Mundo Ordenado

La rutina cristalizó, al fin, en Londres. Por un mes tuve el mismo trabajo, entonces todas las mananas  escucho en perfecto acento metálico "436 to Lewisham Shopping Centre" en cada parada; y es hasta ahí que me dirijo. Lo que me da una hora de ida y de vuelta para leer. 
Los días que vuelvo en subte, cambio desde el DLH hasta la Central line en Bank- que según algunos es el mismo infierno- y una masa inmensa de gente, con humor de hora pico, se mueve sincopadamente y en perfecto silencio hacia donde se encuentre el tren de su preferencia. Londres habrá sido en muchas ocasiones el hogar de la contracultura (punks, hooligans, etc) pero a nadie se le ocurre no pagar el colectivo. Todo está monitoreado. Y si pagás bien, se te recompansa de algún modo (con descuentos y esas cosas). De hecho, nadie entiende muy bien cuánto cuesta viajar en subte si viajas con Oyster, o con tarjeta de débito- Acá ya se implementó el contactless payments. Sólo hacés flamear tu tarjeta de débito frente al sensor y voilá. 
Lo que me llama la atención y también a muchos de mis alumnos tan extranjeros como yo es la obsesión que tienen los Ingleses con decir "Sorry". Acá aunque vos los pises y los empujes, te van a decir "Sorry". Lo peor de todo, es que ya lo hago yo también. 
Hay miles de servicios que se pagan aparte en Londres; como por ejemplo la licencia por tener una tele. Me parece una atrocidad pero aparentemente en Alemania y en Francia también se hace. Nos llegó una carta del gobierno a Nutford "invitándonos" a pagar si tenemos tele en nuestros cuartos. 
Por otro lado, la gente ya se prepara para el invierno. Hay decoraciones Navideñas; los pubs ya ofrecen servicios especiales para la cena de Christmas Eve; y la gente hace revisar su boiler (caldera). 
La semana que viene empieza a anochecer a las 5 de la tarde. Mejor, así leo más y me quedo indoors- una cantidad insana de ensayos, journals, artículos y demás información que siento que es una pérdida de tiempo no aprovechar si estoy acá. 
Es una ciudad que vibra, que se transforma en cada momento, pero puede darse el lujo de ser ecléctica porque todo el mundo sabe cómo y dónde cruzar la calle, cómo pagar el transporte, en dónde hacer fila y cuándo pedir disculpas. 

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