lunes, 22 de julio de 2013

Caminata por el centro de Inglaterra







Como a todos los que no frecuentan la vida saludable les debe pasar, en cuanto empiezan a comer de manera balanceada, regularmente, y a caminar mucho al aire libre se sienten mejor. En mí, al no estar acostumbrada a la vida sana, el impacto es notable.

            Por lo general, camino por el pasto a diario, subo y bajo escaleras múltiples veces, y mismo dentro del aula camino mucho, porque las aulas son grandes y hay mucho juego dinámico para que mis alumnos no se desmayen del calor ni se duerman agotados.

            Ayer domingo, después de una holgazana jornada de taller donde dejé a mis alumnos hacer lo que quieran con ese programa de tele que tenemos que terminar, se nos ocurrió con Gosha (la polaca) ir caminando hasta Oxford siguiendo el río Thames. Uno de los profesores (Peter) se nos enganchó, y menos mal, porque si no era por él, no sé si llegábamos. Una jornada diferente, por cierto, porque las plantas son distintas, atravesamos un campo de cebada, comimos cebada, porque Peter nos dijo que se podía, vimos plantas raras (para mí), gansos, patos e ingleses al aire libre, que todavía no pueden creer lo caluroso que está esto y que hayan pasado 3 semanas sin lluvia. Cenamos en un pub con jardín que servía la mejor comida que probé desde que llegué. Comí cordero con salsa de menta y cous cous, y tomamos cidra bien fría, bah, como en Navidad. Después de 2 horas de caminata, llegamos a Oxford, en donde, por supuesto, tomamos otra cerveza y luego, nos subimos al colectivo de vuelta.

            Lo mejor de Inglaterra en verano es que la tarde es eterna. Pueden ser las 8 de la noche, y el atardecer dura 2 horas más. La mejor hora del día, para sentarse en el pasto y no pensar en nada.

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