Y sí, pasó el tiempo (11 meses) y y se hacen sentir porque no pude
conciliar el sueno; tanto como hubiera querido, en ninguna posición en el
avión. Y eso que gracias a mis dimensiones reducidas yo tendría que dormir muy
bien en la aeronave. Evidentemente, es la edad.
La falta de coordinación me acompañó
durante todo el viaje y la llegada.
Al viajar por TAM, uno se siente inmediatamente un amargado porque las
azafatas son tan sonrientes y bien predispuestas que contrastan claramente con
la idiosincrasia porteña, o la mía.
El vuelo salió a horario, me sentí apretujada en todo momento, y la
oferta de películas era infartante. Intenté mirar la última de Wes Anderson
pero me quedé semi dormida, y después sólo quise dormir, mal.
Otro chirimbolo interesante que regala TAM a sus pasajeros en vuelos internacionales
es una opción en la pantallita que es una cámara que se encuentra abajo del
avión. Entonces, en vez de desnucarse para mirar por la ventanilla, uno puede
mirar el paisaje sin sentir culpa de tener un asiento (o poltrona).
Así miré el mejor aterrizaje en Londres que tuve hasta ahora. Miré todo
el majestuosos serpenteo del Thames, divisé edificios icónicos, parques, lagos,
hasta que los autos se veían claro, y tocamos la tierra. Es impresionante,
porque se mueve tanto la cámara que parece que el avión se cae, pero no; es
sólo una ilusión. Y después uno mira la pista de aterrizaje bien de cerca, cosa
que no le permiten a uno si tiene que tomar un avión, a menos que trabaje en el
aeropuerto.
Tomar el tuve fue extenuante; tenía crédito en la Oyster (la SUBE de
Londres) pero tuve que agregar, así que busqué monedas en mi bolso; y arrastré
la valija por el subte, con un calor poco común.
Mis enemigas mortales se presentaron en varias oportunidades y formatos:
las escaleras. Llegué a la estación
Bayswater, a una cuadra del hostel, y casi me desmayo con la cantidad de escaleras
que tuve que subir. El hostel es feo. Hagan lo que hagan, no se queden en el
Hyde Park Smart View, o algo así. Pero, la locación es fantástica, Notting
Hill. Tengo miles de negocios cerca y es un barrio lleno de flores. Cuando me
dieron la llave de la habitación me dijeron que era en el 3er piso, ¡por
escalera! Por suerte me ayudó una chica de un país de Europa del este.
Hoy, más descansada y bañada (lo cual es bastante), me dedico a
organizarme. Rápido. Porque a las 2 me encuentro con Gabi y vamos a ver Bon
Jovi!! Ya no soy un pasajero incómodo.
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