miércoles, 9 de julio de 2014

La Dicha no es Mucha en la Ducha

Resulta ser que Mc Laren House, mi actual domicilio, fue construida hace unos cuantos años. A pesar de que la cocina y la calefacción se ven bastante nuevas, las duchas y la plomería son de la época en que Jack the Ripper atemorizaba y destripaba prostitutas por estas zonas.
Para comenzar, el primer día en que me dispuse a hacer uso de las instalaciones, comprobé con horror que no habías dos canillas, o siquiera una que gira para un lado y otro dependiendo de cuán caliente pueda salir el agua. No. Lo que me encontré fue un botón, grande, giratorio, con una protuberancia, y sin iniciales, ni pelos, ni señales. Lo presioné y no pasó nada. Traté de girarlo y después de forcejear para un lado y para el otro, salió un chorro de agua fría con una presión tan intensa que voló la cortina de la ducha. Seguí girando y noté, con escasa satisfacción que el chorro se hacía más intenso, pero al menos levantaba temperatura. Conclusión: la ducha no tiene término medio y sacude la cortina. Cuando uno termina de ducharse, el baño parece un lago. La cantidad de agua es mayor a la capacidad que tiene la canaleta de absorber todo. En seguida pensé: “Le voy a pedir al Centre Manager un secador de piso”. Sí, eso estaría bueno. ¡Si tan sólo me acordara cómo se dice! Creo que nunca en mi vida vi uno de esos acá, no aparecen en los libros de texto, no son parte de ninguna clase, y nunca vi a un british usarlo.
Otra ventaja de vivir en Mc Laren House es que todos los martes a las 7 45 am hay simulacro de incendio. En mi piso, todas las estudiantes son taiwanesas. Hoy es martes. Imagine.
Ante todo, como duermo poco- porque me parece una pérdida de tiempo dormir cuando uno vive en London- yo ya estaba despierta  a las 6 am, escuchando la radio TBL, que tiene un programa muy gracioso a esas horas. El locutor cuenta lo que salió en las tapas de los diarios y los niveles de congestión en los accesos a la urbe. Como si me interesara. Pero tiene un acento increíble. Como ya tengo costumbres de vieja, a la hora que sonó la alarma yo ya estaba lista, peinada, vestida, etc.
Cuando salí al pasillo vi unas cuantas estudiantes perplejas, con la boca abierta y los ojos desorbitados (tan desorbitados como les es posible), mirándome. Les dije que teníamos que bajar. Algunas estaban en pijama y descalzas. Bajamos lenta y sinuosamente. Yo quería gritarles: Vamos, bajen, reaccionen, pero recordé que como miembro del personal tengo que mantener la calma.


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