viernes, 18 de julio de 2014

Waterloo

Waterloo no es solo una canción de ABBA. No. Es, además, mi estación de trenes preferida en London. ¿Por qué? Bueno, por un sinfín de factores. Hay quienes pueden argumentar que Victoria es más fina, con su pasillo hasta Buckingham Palace, y sus duchas públicas. Hay, asimismo,  adeptos al mago adolescente que podrán decir que St. Pancras tiene su encanto, ni hablar del tinte internacional que conlleva su alianza con Eurostar, pero toda esa gloria me parece exagerada. También Charing Cross, con su cercanía a los teatros y a Trafalgar Square podría ser la predilecta, pero a mí me confunde salir a la calle desde Charing Cross y nunca saber para dónde agarrar. Me parece que estas estaciones apabullan por lo grandes y por lo parecidas que son a un shopping. 
Por otro lado, no quiero irme al otro extremo y vanagloriar a Elephant and Castle o Paddington, que son una mugre. Eso lo dejo a los hippies. London Bridge tiene el edificio a la salida, este que parece una astilla de vidrio: the Shard. Pero ninguna se compara a Waterloo, con su modesta selección de confiterías, su fácil acceso al subte y sus cómodas escaleras mecánicas. Además, de las 4 estaciones que tengo a 400 metros a la redonda, es la que más fácil acceso tiene: no me pregunten por qué. 
Es la estación donde convergen la Northern, Jubilee y Bakerloo lines, que prácticamente cubren los puntos más importantes de oeste. Por otro lado, desde Waterloo puedo ir a Eastbourne y a Hastings, en trenes que cuentan con mesas, baños y servicio de té y café. 
Por eso, cada vez que tenga que tomar un tren al sur, voy a salir desde Waterloo. Y también voy a ir tarareando la canción de ABBA, porque es inevitable. 






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