
Roma de noche tiene tesoros escondido. Bueno, son las mismas cosas que uno puede ver de día, pero con la luna llena, parecen de otro mundo. Me despedí de Roma con una gran cena y con la promesa de volver a ver Florencia, porque no hubo tiempo, después de varios días caminando y visitando sitios históricos.
Lo que quería hacer en el último día era visitar la Cripta de los Monjes Capuchinos, que son catacumbas donde todo está hecho de esqueletos. La frase que está escrita al final es "Lo que eres, nosotros fuimos; lo que somos, serás." Me dio miedo y no fui. Será la próxima o nunca. No sé por qué el morbo de esta cultura es tan poderoso que siempre tenemos ganas de ver pinturas de gente sufriendo (Crucifixiones, martirios) o de muertos.

Me asaltó la idea de que me gustaría vivir en Italia (no sé si específicamente en Roma), pero después me acordé que en el 2012, que conocí Paris, me quería ir a vivir ahí; a UK fui porque había estado de vacaciones, y de chica me quería ir a vivir a Mar del Plata. Es una verdad mundialmente aceptada que uno se quiere ir a vivir al lugar donde se va de vacaciones.


Me fui de Roma con calor, jurando nunca más volver a quedarme en el hostel del chino corrector y negándome rotundamente a comprar miniaturas del Coliseo. La idea que yo tenía de Roma era muy diferente. Pensaba que iba a encontrarme con ruinas más amontonadas, no tanta basura en la calle, más seguridad y música de San Remo sonando en cada esquina. Igual vi la cantidad necesaria de Vespas, manteles cuadriculados, gente con bigotes y cara de argentinos para saber que estaba en Italia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario