domingo, 18 de agosto de 2013

Hablando de...

...Roma!
Sí, seguimos en Roma, con sus fuentes y su gente mal educada; sus tanos irascibles, y el tráfico. Ayer decidí ir a la ópera, entonces no me embalé en hacer algo muy pretencioso a la tarde porque si no iba a llegar justa a la ópera, y sucia además. 
Entonces, sólo caminé. Fui a mirar el foro romano, algunas otras ruinas, el río - sí, Roma tienen un río que no es muy protagonista, pobre, porque el Coliseo y la Fontana de Trevi son aparentemente más interesantes. La verdad, en una ciudad con tanta agua en movimiento, un río pasa bastante desapercibido. 
Lo que más me gustó de lo que vi fue el Pantheón- y no hablo del boliche de la avenida de Mayo, sino un edificio perfectamente circular, con un agujero en el techo por donde, según cuenta la leyenda, no entra el agua. Pero por algo los Antiguos Romanos- gente ingeniosa si la hay- hicieron agujeros en el suelo de mármol, y construyeron el piso del Pantheón de manera que el agua de la lluvia desembocara ahí. El Pantheón es una iglesia- además- pero tiene las tumbas de dos reyes (Vittorio Emanuel II y Humberto I) y la de Rafael- que también era una tortuga ninja. No puedo dejar de pensar en las tortugas ninja, no lo puedo evitar, están en todos lados!
Otra cosa que me causa gracia constantemente es mi visión de Roma de cuando era chica. En la casa de mis padres había un libro marrón con fotos de Roma- que después usamos para presentar Nerón- la obra que escribió y protagonizó Paz en la secundaria. En ese libro había gladiadores y gente vestida de época, y me acuerdo de pensar que si uno iba a Italia iba a ver a la gente vestida así. Es muy loco, porque no estaba tan errada. Hay miles de tipos disfrazados de Gladiadores en las esquinas más importantes que cobran por sacar fotos con los turistas. 
La ópera estuve genial. Fui a ver la Traviata de Verdi, y como todos saben, la dama de las Camelias, la protagonista, está enferma de tuberculosis. Me sentí muy identificada con la heroína que sufre de los pulmones, como se imaginarán. El edificio era muy chico pero con rasgos de la belle epoque, y lo mejor y más inesperado de todo fue que en uno de los intervalos nos sirvieron un plato de tirabuzones con tuco. ¡Eso es servicio! Los acompañé con un Campari y disfruté de todo el esplendor de la cultura italiana. 

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