sábado, 24 de agosto de 2013

Mantenerse Limpia en París.


Esto es casi imposible. Y no estoy hablando de mantenerse limpio moralmente, porque si algo nos enseñaron los impresionistas, es que la mejor clase de arte sale de las situaciones dudosas en burdeles, casas de juegos y citas. Si no, consulten obras de Cezanne, Manet, Monet, Toulouse Lautrec y Renoir entre otros, que justamente pude apreciar ayer en el Musee d’Orsay.
Estoy hablando de la difícil tarea de mantenerse físicamente limpia y al mismo tiempo disfrutar de todo lo que tienen la Ciudad Luz para ofrecer. Ayer después del museo, compré algunos patés y quesos para hacer un picnic en un parque. El festival de envases, manchas y derramamientos de sustancias varias fue digno de ver. Pero, igual triunfé, y pude comer y leer un libro, después de varios minutos de momentos incómodos.
A la noche caminé y caminé por las orillas de la Seine tratando de sacar mejores fotos que las del año pasado, aunque sé que van a parecer las mismas. Camine por el Campo de Marte y noté, con gran desagrado, que ese polvillo blanco, que me imagino que habrán sido piedritas alguna vez, se me había metido en los pies, y casi llegado a los tobillos. Un incordio. Ya habían dado las 10 y la Tour ya se había iluminado con luces intermitentes como pasa cada hora, pero antes de las 11, pensé que sería una buena idea comprar un crepe y comerlo mirando la torre iluminada. Son esas cosas que a uno se le ocurren cuando realmente no tiene otra cosa de qué preocuparse. ¡Atención! Nunca, pero nunca, cometa el error de cenar antes de comer uno de estos crepes. Yo por suerte no había cenado; si no, estaría escribiendo esto desde la guardia de algún hospital por indigestión. El problema fue que decidí comprar el crepe antes de cruzar al Trocadero, desde donde no había mirado la torre todavía. Cuando uno recibe el crepe deja de gozar automáticamente de todas las facultades motrices, intelectuales y sensoriales. Lo único que se puede pensar es “¿Cómo hago para comerme esto?”

Y yo todavía tenía que cruzar la calle. Lo único que atiné a hacer fue sentarme frente a un carrousel y tratar de mantener mi dignidad batallando con el crepe. En eso una pareja de españoles se sienta al lado mío a comer un crepe también y ella le dice a él: “Tienes Nutella en el hombro.” Como verán, no es solo mío el problema de andar sucia por París. Le puede pasar a cualquiera. 

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