Esto es casi imposible. Y no estoy hablando de mantenerse limpio
moralmente, porque si algo nos enseñaron los impresionistas, es que la mejor
clase de arte sale de las situaciones dudosas en burdeles, casas de juegos y
citas. Si no, consulten obras de Cezanne, Manet, Monet, Toulouse Lautrec y
Renoir entre otros, que justamente pude apreciar ayer en el Musee d’Orsay.
Estoy hablando de la difícil tarea de mantenerse físicamente limpia y al
mismo tiempo disfrutar de todo lo que tienen la Ciudad Luz para ofrecer. Ayer
después del museo, compré algunos patés y quesos para hacer un picnic en un
parque. El festival de envases, manchas y derramamientos de sustancias varias
fue digno de ver. Pero, igual triunfé, y pude comer y leer un libro, después de
varios minutos de momentos incómodos.
A la noche caminé y caminé por las orillas de la Seine tratando de sacar
mejores fotos que las del año pasado, aunque sé que van a parecer las mismas. Camine
por el Campo de Marte y noté, con gran desagrado, que ese polvillo blanco, que
me imagino que habrán sido piedritas alguna vez, se me había metido en los
pies, y casi llegado a los tobillos. Un incordio. Ya habían dado las 10 y la
Tour ya se había iluminado con luces intermitentes como pasa cada hora, pero
antes de las 11, pensé que sería una buena idea comprar un crepe y comerlo
mirando la torre iluminada. Son esas cosas que a uno se le ocurren cuando
realmente no tiene otra cosa de qué preocuparse. ¡Atención! Nunca, pero nunca,
cometa el error de cenar antes de comer uno de estos crepes. Yo por suerte no
había cenado; si no, estaría
escribiendo esto desde la guardia de algún hospital por indigestión. El
problema fue que decidí comprar el crepe antes de cruzar al Trocadero, desde
donde no había mirado la torre todavía. Cuando uno recibe el crepe deja de
gozar automáticamente de todas las facultades motrices, intelectuales y
sensoriales. Lo único que se puede pensar es “¿Cómo hago para comerme esto?”
Y yo todavía tenía que cruzar la calle. Lo único que atiné a hacer fue
sentarme frente a un carrousel y tratar de mantener mi dignidad batallando con
el crepe. En eso una pareja de españoles se sienta al lado mío a comer un crepe
también y ella le dice a él: “Tienes Nutella en el hombro.” Como verán, no es
solo mío el problema de andar sucia por París. Le puede pasar a cualquiera.
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