sábado, 3 de agosto de 2013

Despedidas


Aunque nos parezca que estamos acá hace una eternidad, todavía no pasó un mes. Pero hay tanto comprimido en tan poco tiempo que algunas cosas que se aceleran. Por ejemplo, las amistades, conocer gente, darse cuenta de que no queremos volver a cruzarnos en la vida con cierta persona y saber, por otro lado, que aunque un micro se esté llevando a una compañera de trabajo de vuelta a su ciudad en un país que poca influencia tuvo en nuestras vidas, la vamos a volver a ver.  

Es hora que les ponga nombre a las personas que saludo todos los días, me rodean, ayudan o entorpecen la tarea. Los que ya se fueron son Gosia y Peter. Con ellos fuimos caminando hasta Oxford ese domingo, y los silencios entre nosotros nunca fueron incómodos. Eso nos hacía saber que estábamos bien juntos. Ahora ando como bola sin manija un poco, pero quedaron personas amenas. A saber: Michelle (la irlandesa que habla mal de todos a toda hora y me hacer morir de risa, especialmente después de sus clases con orientales de nivel bajísimo, que no le contestan nunca nada- insospechada la velocidad en la que puede insultar), Lani (inglesa, vive en Lisboa, cínica y llena de sarcasmo), que siempre tiene ideas espectaculares para empezar las clases,  y Wayne, el asistente del director, que puede ser un poco adolescente a pesar de sus cuarentaytantos, pero da buenos consejos y sabe resolver problemas.

Ahora, a los que no pienso extrañar es a Ged, por ejemplo, el hombre más desagradable sobre las faz de la tierra, con su exceso de peso, su gula descontrolada y su acento escocés con patinada cada vez que pronuncia la “th”. Es enervante. Y miles de otros egocéntricos profesionales del idioma extranjero, que, como bien sabemos, están “full of themselves” porque no hay nada que le guste más a un docente que habar de sí mismo. Y parece que cuanto más viejos son, peor.

Acá los alumnos se hacen amigos, y en el espacio de dos semanas, que es el tiempo que se quedan, se vuelven muy cercanos. Hasta que se van. Los miércoles son los días de partidas, y se los ve el martes a la noche, después de la disco, llorando abrazados, etc. Los miércoles a la mañana ni vale la pena dar clases, porque nadie escucha. Ahora que lo pienso, Gosia estaba un poco así el miércoles cuando se fue, y a mí me va a pasar lo mismo la semana que viene.

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